Una gran parte de la población mundial convive con la ansiedad casi a diario durante largos periodos de su vida.
Los ritmos de vida acelerados, el poco espacio para la reflexión, o la desconexión emocional, suelen ser agravantes o incluso desencadenantes de la sintomatología ansiosa. Por eso cuando una persona vive un pico de ansiedad importante se le recomienda parar de raíz. Mirar hacia dentro, desconectar de todo, dedicarse un tiempo para estar a solas con su cuerpo y su mente, incluso tomar una baja laboral si es posible.
Entender qué es la ansiedad
La ansiedad es una manera que tiene nuestro cuerpo de decirnos que algo nos da miedo. Que algo es muy importante, que queremos hacerlo bien y que tenemos dudas sobre si estaremos o no a la altura. ¿Te suena todo esto? ¿Te ha dicho alguna vez tu cabeza algo parecido en lo que tiene que ver con la crianza, la conciliación o los cuidados?
Ya desde el embarazo, incluso desde la búsqueda, hay una removida emocional y física muy intensa. Se ponen emociones, expectativas, ilusiones y miedos. Miedo a no saber hacerlo, miedo a que algo salga mal, miedo a que la relación de pareja se resienta, miedo a no recuperar tu propio espacio más allá del rol de madre…
Esas dudas son lógicas y tienen una función. Nos empujan a poner mimo y empeño en la que es una de las tareas más intensas de nuestra vida: la crianza. No hay nada malo en estos pensamientos. Lo que ocurre es que a veces no les hacemos espacio y van aumentando poco a poco para hacerse oír. O puede que simplemente crezcan de una manera que resulta inabarcable y entonces duelen.
Cuando llega el bebé todo se intensifica
Si bien el caldo de cultivo para la ansiedad puede gestarse antes de que el bebé nazca, cuando llega el hijo o la hija se producen grandes cambios. Algunos malestares y miedos se disipan, otros se agravan, y vienen nuevos que ni esperábamos. Sostener toda esta revolución resulta casi imposible si no contamos con el apoyo necesario, con la tribu y el sostén emocional que necesitamos.
A todo esto, le sumamos que socialmente hay poco espacio para el cuidado y los ritmos lentos de la crianza, y el hecho de que la ansiedad es una de las afecciones emocionales más comunes en la población adulta. No es de extrañar pues, que muchas madres la sufran, especialmente durante el posparto y los primeros años de crianza.
La ansiedad es tremendamente frecuente, pero no es normal
La ansiedad es un mensaje de tu cuerpo y tu mente para que pares. Para que pidas ayuda, para que introduzcas un cambio que marque una diferencia. Si eres madre no podrás parar en seco, créeme, lo sé.
Pero puedes aprender a tener espacios que te oxigenen. Búscalos y dales prioridad. Espacios que van más allá de salir sola o hacer deporte, que también son importantes.
Pero no olvides los espacios en el sentido metafórico de la palabra. Espacios mentales. Sé que puede resultar difícil. A lo mejor no lo has hecho nunca antes. No importa, confía, puedes aprender a ser tú misma tu propio refugio.
Puedes aprender a hablarte de un modo amoroso y compasivo; a enfrentarte a lo que de verdad te da miedo, ponerle nombre, sacarlo fuera y hacerlo más pequeño, para que la ansiedad no necesite gritar.
La clave es reconectar con tu propia voz, y no tienes que hacerlo sola. Siempre hay más probabilidades de éxito si te dejas acompañar y cuidar.