Ya sabemos que el juego entre padres e hijos es muy importante. Es una forma de crear unión y conocer a tu hijo, una forma de divertirte y hacer ejercicio saludable con él y ayudarlo a aprender nuevas habilidades.
A muchos padres no les gusta jugar con sus hijos por la forma en la que ellos juegan. A los niños les encanta hacer lo mismo una y otra vez. Están programados para eso, así es como aprenden; así es como practican una habilidad hasta que la hacen bien.
Ya sabemos que el mejor compañero de juego de un niño es otro niño: tienen intereses, sentido del humor y niveles de energía similares; suelen ser menos condescendientes entre ellos y no intentan convertir el juego en oportunidades de enseñanza “deliberadas y aburridas”. Por el contrario, el juego mixto por edades puede ser especialmente valioso para los niños.
Hemos creado un mundo en el que los niños no pueden simplemente salir a jugar al aire libre y encontrarse con otros niños con los que jugar durante horas, como hacíamos antes, sin que los adultos estemos presente, intervengan y arruinen el juego. Por supuesto nos sentimos culpables por esto, así que necesitamos encontrar maneras de permitir que nuestros niños jueguen libremente con otros niños, y no tratar de llenar ese vacío nosotros mismos.

Cuando jugamos con ellos solemos cometer dos errores sin darnos cuenta:
1. Que los niños dominen a los padres en el juego
A muchos padres no les gusta jugar con sus hijos por lo forma en la que juegan. A los niños les encanta hacer lo mismo una y otra vez. Están programados para eso, así es como aprenden; así es como practican una habilidad hasta que la hacen bien.
Es importante que el niño tome la iniciativa a la hora de jugar e incluso que domine en el juego, pero a veces se vuelven muy mandones y algunos padres lo permiten porque creen que se supone que deben hacerlo. Este es un problema que a veces ocurre en el juego entre padres e hijos. Se nos ha hecho ver que nuestro trabajo prácticamente en todo momento es servir a las necesidades de nuestros hijos, a veces diciéndoles exactamente lo que deben hacer y otras veces dándole todos sus caprichos. Pero mandar en cualquier dirección destruye el juego y destruye las relaciones. El juego requiere negociación y acuerdo, satisfaciendo las necesidades de todos, no la intimidación y la servidumbre.
La capacidad de expresar disgusto, de rebelarse, de renunciar, es lo que hace que jugar sea una poderosa forma para el aprendizaje social. Cuando permitimos que los niños nos dominen en el juego, que no presten atención a nuestras necesidades y deseos, destruimos el valor social del juego. De hecho, podemos convertirlos en niños mimados.
2. Que los padres dominen a los niños en el juego
El error aquí es que somos nosotros quienes dominamos a nuestros hijos en el juego o no le dejamos tener iniciativa alguna. Empezamos a construir algo juntos de manera lúdica y nos involucramos tanto que terminamos haciéndolo todo nosotros o le decimos qué hacer exactamente. Los papás son generalmente peores en esto que nosotras
El juego siempre debe ser por diversión, así que si «juegas» con tu hijo sin querer, no estás jugando.