Todos necesitamos dormir. Es una necesidad vital y básica.
Y de repente, somos padres…y esa necesidad vital y básica pasa a un octavo plano…por lo menos!
Es cierto que la maternidad pasa por una etapa más o menos (con suerte) larga en la que el descanso escasea.
Podemos aceptarla cómo viene y esperar a que pase, ya que es cierto que el sueño es evolutivo (esto sucederá en algún punto entre los 3 y los 6 años generalmente), o podemos ponernos “manos a la obra” y hacer cambios para mejorar el sueño de nuestros peques, el nuestro y sobretodo…estar de mejor humor!
Os cuento dos secretos:
El primero, es que los estudios nos dicen que cuando atravesamos un periodo en el que no descansamos bien (un buen descanso es dormir más de 7h) estamos un 60% más reactivos emocionalmente. Un 60%. Si ser padres ya es todo un reto con la paciencia cargada al máximo, este 60% de reactividad emocional no nos lo va a poner más fácil!
El segundo es que los bebés ya saben dormir cuándo nacen, ya lo hacían en nuestra barriga sin ningún tipo de ayuda. El principal problema con el que nos encontramos es que no lo hacen cuando nosotros queremos.
Esto viene provocado por una brecha enorme entre las necesidades del recién nacido, que siguen siendo las mismas desde que hay bebés en el mundo, y las necesidades de sus padres, que poco tienen que ver con las necesidades que teníamos hace miles de años. Esta distancia hace que se genere un problema de acople entre las necesidades del bebé y las de la familia generando fricciones.
Por desgracia, no podemos cambiar el ritmo al que va la sociedad, pero lo que sí podemos hacer, es entender cómo funciona el sueño del bebé y así poder usar estrategias adecuadas para mejorarlo. Genial, no?
¿Y esto, cómo se hace?
El sueño infantil es como un puzzle en el que tienen que encajar todas las piezas de forma simultánea para que realmente mejore. Si sólo ponemos atención en una de estas piezas o dos, lo que conseguiremos aumentar será nuestro nivel de frustración y no nuestro descanso, ya que estaremos haciendo esfuerzos (cuándo ya no nos sobran) pero en la dirección equivocada y conseguiremos pocos o ningún resultado.
¿Cuáles son estas piezas?
● Expectativas realistas según cada etapa: saber cuantos despertares son normales por edad y cuándo esperar que duerma (por fin!) toda la noche. Esto nos ayuda a aterrizar en el mundo real, controlar mi frustración y saber qué puedo mejorar.
● Observación y horarios: dormir lo que toca cuando le toca de día y de noche. Al principio hacer un diario de sueño es de gran ayuda para saber cuando y cuanto esta durmiendo nuestro bebé. Para esto, nuestras aliadas son las ventanas de sueño por edad y las señales de cansancio que os explicaré en otro artículo más adelante.
● Ambiente de sueño: no se descansa igual si dormimos de cualquier forma y en cualquier lugar. Piensa en cómo descansas tú en diferentes situaciones (cama, sofá, coche…) e intenta recrear un buen ambiente para que descanse (ruidos, luz temperatura…). Cuando son muy pequeñitos recrear un ambiente que recuerde al útero materno puede ser de gran ayuda.
● Rutinas y rituales para dormir: crean un orden y ayudan a que se preparen para lo que viene después y también aportan seguridad. Cómo nos vamos a la cama y el tipo de descanso que tenemos marcará nuestro estado de ánimo al día siguiente.
● Disminución de apoyos para dormir. Si tu peque siempre se duerme al pecho o en brazos, necesitará el pecho o los brazos para poder volver a dormir cada vez que se despierte (si, a las 4 de la mañana también). Es mejor que dependan de muchos apoyos que de solo uno.
Ahora que ya las conocéis, os invito a que reflexionéis sobre cómo está funcionando cada una de estas 5 piezas en vuestro puzzle de sueño particular. Conocerlas en detalle es lo que nos va a permitir ajustarlas para que encajen a la perfección.
No os perdáis los próximos artículos sobre este tema en los que iremos abordando cada una de ellas!
Laura Pazos
Directora de Sleepykids
Psicóloga infantil especializada en el sueño del bebé